En la película Lucy la protagonista llama a su madre y le
dice: “Recuerdo el sabor de tu leche en mi boca.”
Siempre me he preguntado ¿qué pasaría si lo recordáramos
TODO?
Hay ciertas cosas que, por muchos estudios o
investigaciones que se realicen, nunca se llegará más que a conjeturas sobre lo
que probablemente ocurre en el cerebro del bebé.
A menudo digo que me gustaría tener una cámara dentro de
su cabecita, que reprodujera todo lo que piensa. De momento, sólo podemos
imaginarlo.
A mí me ha dado por imaginar cómo debe ser vivir en el
útero. De acuerdo, me han ayudado un poco los documentales En el vientre
materno, que ya mencioné en otro post.
En primer lugar, el feto se encuentra dentro del agua,
desnudito y calentito, a una temperatura ideal. De manera regular escucha los
latidos del corazón de mamá, de vez en cuando oye los sonidos procedentes del
estómago propios de la digestión, y también le llega la voz de la mamá, aunque
ésta se oye un poco más lejana.
Conforme pasan los meses, va recibiendo el sonido de
otras voces y algunos sonidos del
exterior, los cuales están amortiguados por el líquido amniótico en el que
se halla inmerso, además de los órganos y las capas de carne y piel de mamá.
En segundo lugar, en esta situación no necesita hacer
nada, simplemente estar y dormir, a veces puede jugar con sus deditos, con el
cordón umbilical… pero se encuentra en un estado de bienestar absoluto, ya que
es alimentado constantemente y no
experimenta ninguna sensación de necesidad fisiológica.
En tercer lugar, suele encontrarse sumergido en un
balanceo bastante agradable, cada vez que mamá se mueve, cosa que ocurre
bastante a menudo. Esos movimientos van meciendo al bebé, envolviéndolo por
completo en un estado de seguridad y calma.
Entonces sobreviene el parto. El bebé siente unos
impulsos que son considerablemente fuertes, y que le obligan a empujar hacia
afuera. Además, para salir ha de pasar por un canal muy estrecho, con lo que
necesita retorcerse, y en algunas ocasiones han de tirar de él, incluso con una
ventosa que se le pega a la cabeza.
Por otra parte, el líquido amniótico ha salido
previamente, lo que significa que de repente ha dejado de flotar sumergido en
su piscina particular.
Pero eso es sólo el principio, porque luego viene el
frío, de repente ya no está tan calentito.
Y a continuación le debe de invadir
una especie de sensación de vacío que le produce un enorme desasosiego. Tiene
hambre. Hambre que ya no se soluciona simplemente esperando a que lleguen los
nutrientes a través del cordón umbilical, sino que ahora hay que hacer un
esfuerzo extra para conseguirlos. Hay que aprender a succionar con los labios
para sacar la leche del pecho materno.
En concreto, mi duendecillo, tuvo que aprender a mamar,
ya que al ser prematuro, aún no había desarrollado el reflejo de succión. Y eso
nos costó una vida, o al menos es lo que nos pareció a nosotros.
En conclusión, aunque es cierto lo que dicen que ver
nacer una vida es muy hermoso, no hay que olvidar que también es un trabajo muy
costoso, tanto para la madre como para el bebé. Hasta tal punto, que el llamado
“trauma del nacimiento” es absolutamente real. Siempre hablamos de lo duro que
es para la madre, pero generalmente nos olvidamos de lo duro que es para el
bebé.
Sin embargo, cuando por fin lo tenemos en nuestros brazos
sentimos la más inmensa de las alegrías.
Aquí os dejo algunos enlaces explicando esto mismo. Espero que os gusten y os sirvan como a mí para comprenderlo mejor.
¡Bienvenido al mundo, pequeño!