Cuando te quedas embarazada todo el mundo (principalmente
los que ya son Superpapis) te dice: “Ya verás cómo te cambia la vida”.
Pues efectivamente, al contrario de lo que canta Julio Iglesias, la vida NO sigue igual.
Todo cambia desde el mismo momento en el que aparecen las rayitas moraditas en el test de embarazo.
Tener un bebé significó para nosotros darle un giro completo a nuestro mundo. Nos puso patas arriba y lo revolvió todo a nuestro alrededor.
Pero vamos por partes.
1. Tus sentimientos y emociones
Tu perspectiva de las cosas cambia por completo, y
algunas ideas que antes tenías totalmente asumidas, ahora ya no las ves tan
claras.
Nosotros por ejemplo, estábamos convencidos de que el
duendecillo no vería dibujos en la tablet hasta que no fuera más mayor (quizá
un año o año y medio). Sin embargo, nos venció la necesidad, ya que cada
vez que el peque subía al coche era una tortura, y descubrimos que las
canciones infantiles con dibujitos lo dejaban hipnotizado. Así que, sintiéndolo
mucho, antes de subir al coche ya tenemos el móvil preparado para que nuestro
trayecto sea un poco más tranquilo.
Por otra parte, como Supermami, he experimentado
sentimientos encontrados.
En primer lugar, la melancolía por la barriguita del embarazo, frente a la plenitud de tener a ese bomboncito entre mis brazos.
En segundo lugar, me siento tan vulnerable y tan poderosa a la vez... Vulnerable porque me asaltan innumerables temores acerca de cualquier cosa mala que le podría pasar a mi duendecillo. Y poderosa porque puedo afirmar con absoluta certeza que lo defenderé con uñas y dientes hasta la muerte. Sí, como una madre coraje, jeje. De hecho ya lo siento cuando alguien a quien no conocemos de nada se acerca y pretende tocarlo… me pongo frenética, y a Superpapi le ocurre exactamente lo mismo.
En primer lugar, la melancolía por la barriguita del embarazo, frente a la plenitud de tener a ese bomboncito entre mis brazos.
En segundo lugar, me siento tan vulnerable y tan poderosa a la vez... Vulnerable porque me asaltan innumerables temores acerca de cualquier cosa mala que le podría pasar a mi duendecillo. Y poderosa porque puedo afirmar con absoluta certeza que lo defenderé con uñas y dientes hasta la muerte. Sí, como una madre coraje, jeje. De hecho ya lo siento cuando alguien a quien no conocemos de nada se acerca y pretende tocarlo… me pongo frenética, y a Superpapi le ocurre exactamente lo mismo.
También me invade la nostalgia, cuando me doy cuenta de
cómo va creciendo y cambiando día a día, y lo que me cuesta recordar lo
diminuto que era hace apenas unos meses. Superpapi y yo intentamos disfrutarlo
al máximo, porque sabemos que cada momento con él es irrepetible, que pasa y ya
no vuelve.
Comentario aparte merece el nivel de agotamiento que
alcanzamos, con el cual consigues seguir adelante a pesar de todo, atendiéndole
un día tras otro.
En definitiva, se puede decir que durante una temporada vives en una montaña rusa emocional.
2. La relación con tus padres
Imagen: Pexels
Después de tener un bebé empiezas a ver a tus padres con
otros ojos. Te das cuenta de todo lo que han vivido contigo y por ti. Los
comprendes y respetas más que nunca (aunque a veces también te sacan de tus
casillas).
Además, no puedes evitar pensar en lo mucho que vas a sufrir a partir de ahora, al recordar que tú ya hiciste sufrir a tus padres cuando te ponías enferma, cuando salías de marcha hasta tarde, cuando les contestabas o discutías con ellos, etc.
Además, no puedes evitar pensar en lo mucho que vas a sufrir a partir de ahora, al recordar que tú ya hiciste sufrir a tus padres cuando te ponías enferma, cuando salías de marcha hasta tarde, cuando les contestabas o discutías con ellos, etc.
Entonces otorgas un valor incalculable a la paciencia
infinita que han tenido contigo previamente, y sientes una profunda gratitud
hacia ellos. Porque ahora eres plenamente consciente de todo lo que serían capaces de
hacer por ti.
3. Los amigos
Tu relación con los amigos cambia también, aunque es algo
distinto según si ellos también tienen hijos o no.
En principio, las cenas las dejamos para más adelante,
cuando el duendecillo sea más mayor y podamos dejarlo tranquilamente en casa de
los abuelos por la noche, o llevárnoslo con nosotros.
Por otra parte, también empiezas a comprender mucho mejor
a tus amigas que ya son madres. De hecho, me di cuenta de que quizá podía
haberme ofrecido más para echar una mano, pero en lugar de eso reduje mis
visitas para no estorbar demasiado.
Aunque he de reconocer que nosotros durante los primeros
meses, entre el agotamiento y la casa patas arriba, preferíamos no recibir
visitas, más que nada para intentar aprovechar lo pequeños ratitos que nos
dejaba el peque para comer, ducharnos o simplemente echar una siestecita.
Las conversaciones tampoco son las mismas. Yo, que me
prometí a mí misma que no sería una Supermami pesada, me escucho hablando del
monotema: el duendecillo. Si alguien sabe cómo se para esto, que me lo diga,
por favor.
De momento, ¿estás de acuerdo con nuestro listado? Comparte tu experiencia con nosotros, estamos deseando conocerla.
¡Feliz semana!
Estas son algunas de las cosas que cambian cuando tienes un bebé, pero no son todas. En el siguiente post añadiré algunas más.
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