Entramos en el segundo embarazo, cuando aún tenía muchas
historias pendientes para contar del primero.
La frase más oída: “El segundo embarazo no es nunca igual
que el primero”. En efecto, son completamente distintos, en infinidad de
aspectos.
Imagen: Renée MB |
Para empezar, los cuidados. Durante el primer embarazo
dormía horas y horas, me echaba todas las siestas que necesitaba. Comía todo lo
que me apetecía, sin miramientos… bueno, hasta que me salió Diabetes
gestacional (¡Uffffff!). Además, Superpapi y yo veíamos todos los documentales
habidos y por haber, leíamos artículos, revistas, hacíamos todo el seguimiento
semanal desde varias aplicaciones…
Estudiamos toda la información que pudimos encontrar.
Sin embargo, en el segundo embarazo, aunque me pillaba más
cansada, ya no tenía la posibilidad de echarme tantas siestas, o al menos
dormir tanto como antes. Todo eso a pesar de que ya llevaba muchas horas de
sueño atrasado. En nuestro caso, cuando empezó el embarazo, el Duendecillo
rondaba los 18 meses de edad, en plena efervescencia de rabietas y con los
llamados “terribles 2 años” esperando a la vuelta de la esquina.
Nosotros nos dedicamos a involucrarle durante todo
el embarazo, hablándole de la nena, de que debía quererla y cuidarla. Y sí es
cierto que él interactuaba con la barriguita habitualmente, pero
lógicamente, en realidad no sabíamos hasta qué punto sería consciente de todo lo
que pasaba y de lo que iba a llegar.
Evidentemente, la llegada del nuevo miembro a la familia iba a suponer muchos cambios, y le afectarián directamente. De hecho, algunos ya
le habían afectado. Y él lo había notado. Entre otros, yo dejé de cogerlo al brazo
cuando la barriga empezó a crecer. Curiosamente, a pesar de que él siempre había ido más con Superpapi, en este sentido daba la sensación de que durante este
tiempo solicitaba más mis brazos.
Con todo, aún era muy pequeño, no sabíamos cómo respondería cuando se viera delante a la nueva hermanita. Aunque éramos conscientes de que los
ataques de celos aparecerían antes o después.
Pero el segundo embarazo también tiene partes positivas.
Una de ellas es que ya sabes de antemano muchas cosas (por el embarazo
anterior), y las esperas con más atención. Incluso algunas las descubres antes,
como por ejemplo la primera vez que sientes al bebé, o las primeras contracciones
de Braxton Hicks.
También te tomas las cosas de otra forma, como con más
calma. Sobre todo nosotros, que íbamos sobre aviso por los sustos que tuvimos
con el Duendecillo. Esto es un arma de doble filo, porque al mismo tiempo te
surgen más miedos, porque ahora eres más consciente de tu estado, y conoces más
complicaciones que podrían surgir a lo largo del proceso.
Por todo ello, en este embarazo he cuidado mucho más mis
estados de ánimo, la alimentación… aunque me volvió a salir Diabetes
gestacional (¡Ufffff!, otra vez a medirme el azúcar en sangre y a inyectarme
insulina).
Y por último, la diferencia más notable es que esta vez
sí que preparamos la llegada de la nena, adelantándonos con los preparativos,
para que no nos pillase desprevenidos, como el Duendecillo.
Lo bueno es que como ningún embarazo se parece a otro,
esta chica se ha tomado las cosas con más calma, y hemos podido vivir el
embarazo plenamente, hasta el final.
Algo que no contemplábamos en nuestras cabezas: ¡Contar 39 semanas!
¿Qué te parece mi artículo?¿Estás de acuerdo con estas
diferencias, añadirías otras? No te cortes y cuéntanoslo, nos encantará conocer
tu opinión.
¡Feliz semana!
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