Superpapis de Corazón

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martes, 12 de junio de 2018

Sobre los cólicos y otros misterios

Hacia los dos meses de edad más o menos, nuestro duendecillo empezó a sufrir de rampazos y dolores que le hacían llorar durante horas, mientras nosotros no sabíamos qué hacer.
Al principio pensamos que era la reacción a las primeras vacunas que le habían puesto en la revisión de los dos meses. Pero después de una semana pasando tardes interminables con el duendecillo en brazos, paseando por casa, por la calle, porteándolo en la mochila, paseándolo en el coche, el carrito… Todo eso después de haber comprobado que no tenía hambre, sueño, frío, calor, y los pañales estaban sequitos. Entonces decidimos llevarlo al pediatra.
La doctora lo pesó, lo examinó concienzudamente y me hizo una serie de preguntas, de manera que la conclusión inicial fue que eran cólicos del lactante. Suelen tenerlo todos los bebés (o al menos la mayoría) porque su estómago es inmaduro y se está acostumbrando a digerir la leche (indistintamente de que sea leche materna o leche de fórmula).
Aún así, ella misma me propuso hacerle un análisis de orina para descartar algún tipo de infección.

Hemos de decir que estamos realmente agradecidos a la doctora por sus atenciones y su interés demostrado en ayudarnos con el peque, ya que sabemos que otros profesionales de la medicina habrían zanjado mucho antes el tema.

La cuestión es que realizamos el análisis de orina. Lo pasé muy mal a la hora de ponerle y quitarle al peque la bolsita donde se recoge la orina (para quien no lo sepa, es una bolsita de plástico que se pega a los testículos en el caso de los niños, de manera que el pene queda dentro y no se escapa el pis). Salió negativo. Una preocupación menos.
Pero aunque el resultado nos dio un poco más de tranquilidad, no nos quitó el sufrimiento diario de ver a nuestro duendecillo llorando sin consuelo durante varias horas. Y más aún cuando no sabes qué hacer o qué darle para que se sienta mejor.

Por otra parte, Superpapi y yo lo comentábamos con otros padres, con el farmacéutico, etc., y todos nos decían: “Sí, los cólicos los tienen todos los niños… los míos no los tuvieron”, o “los míos sólo sufrieron de cólicos un par de días, pero hay niños que los sufren durante varios meses”. Con estos comentarios nos sentíamos más frustrados todavía. Sentíamos que nuestro bebé era el único que sufría como no lo había hecho nadie (aunque en realidad somos conscientes de que hay niños que sufren mucho más).

Un día, un compañero de trabajo de Superpapi le recomendó que leyéramos libros del doctor Carlos González, así que en cuanto tuve ocasión compré uno de esos libros. Me fui directa al capítulo que habla de los cólicos. Cuál fue mi sorpresa cuando afirma que en realidad dichos cólicos no tienen una explicación unánime, y que la única solución que considera él factible es coger al niño en brazos (después de comprobar todo lo que he dicho antes: hambre, frío, pañal…).
 He de añadir que me gustó tanto el libro  que me he vuelto fan de este doctor.



Otro día, hablando con una enfermera, me dijo: “Yo lo llamo la ‘hora bruja’”, y en realidad parece que es el reflejo del estrés que sufre el niño al terminar el día, por todos los estímulos que le llegan, y por tener que adaptarse a la vida fuera del útero.
La verdad es que esta teoría tiene bastante sentido, ya que si pensamos en todo lo que ha tenido que vivir el duendecillo desde que salió por el canal del parto, he de decir que es un auténtico luchador. Y es que nuestro duendecillo lleva luchando desde antes incluso de nacer (tuve amenaza de parto prematuro en la semana 26, cosa que ya contaré).
En concreto, durante sus primeras 24 horas le daban un pinchazo en el talón cada tres horas para asegurarse de que no le daba una hipoglucemia (en el tercer trimestre tuve diabetes gestacional). También tuvo que aprender a mamar debido a que nació prematuro y aún no había desarrollado el reflejo de succión. Además, estuvo en la incubadora durante varios días porque tenía la bilirrubina alta, poniéndose moreno con los rayos UVA, jeje ;-), y de nuevo ayudándole para que se cogiera al pecho correctamente.
Así que sí, puede que tuviera algo de estrés, pero también estamos seguros de que sentía dolor, porque el renacuajo se retorcía, se enrollaba, encogía las piernas, y a menudo le costaba dormir.

La doctora también nos informó de que en el mercado existen miles de productos para los cólicos, pero que no nos podía asegurar que fueran a funcionar. De hecho, nos recomendó unas gotas para el estómago, que parecía que le ayudaban a su inmaduro estómago, es decir, nos pareció que sí que funcionaba, aunque no hay nada que nos lo pudiera asegurar.
Pasadas unas semanas, cuando parecía que iba un poco mejor, y las horas de llanto seguido se habían reducido, entonces llegó la siguiente vacuna, con sus efectos secundarios… y vuelta a empezar.

Volvimos a la doctora que de nuevo lo examinó y nos volvió a hacer las mismas preguntas. Probamos durante un fin de semana con leche sin proteína de la vaca, por si el bebé era intolerante (una leche con mal sabor que no le gustaba demasiado), yo dejé de comer lácteos, y volvimos a la consulta. Tampoco era ese el problema. 
La doctora reconoció que ya no había más pruebas que hacerle y nos derivó a la consulta de gastrointestinal, donde el médico lo examinó de nuevo, nos hizo las mismas preguntas y nos dio su conclusión. Eran cólicos del lactante.
He de decir que a veces los profesionales de la medicina tienen muy poco tacto para decir las cosas, parece que les cuesta mucho ponerse en tu lugar. Y desde luego no esperes que entiendan tu sufrimiento, porque el suyo, si lo han tenido, les queda ya demasiado lejos como para recordarlo y tener un mínimo de empatía contigo.

Pero bueno, mi consejo es que cuando estás sufriendo con tu hijo por los cólicos del lactante, recuerdes que hay luz al final del túnel, y que esto también pasará. Nosotros por suerte ya podemos contarlo en pasado, ya que cuando el duendecillo cumplió cinco meses dio un cambio bastante imponente, y pudimos dar los cólicos por finalizados.


Con todo, la maternidad siempre te proporciona más momentos buenos que malos, y hay que disfrutarlos al máximo, porque pasan y ya no vuelven. 

¿Cuál es tu experiencia con los cólicos? ¿Cómo les hiciste frente?
Cuéntanoslo, nos encantará conocer tu historia.

¡Feliz semana!

jueves, 22 de marzo de 2018

El colecho, ¿sí o no?

Desde antes de tener al peque ya estábamos dándole vueltas al tema: ¿lo metemos en nuestra cama o lo dejamos en el moisés directamente? No sabíamos qué hacer. Yo iba a darle pecho, pero también quería que Superpapi le diese algún bibe y que se fueran acostumbrando para cuando yo me volviese a incorporar al trabajo.

El caso es que en el hospital una experta en lactancia me enseñó a darle el pecho tumbada sobre la cama, y el renacuajo se cogió muy bien, así que todo empezó perfecto salvo por una cosa: al ser prematuro, no tenía la suficiente fuerza de succión y los primeros días perdió demasiado peso, con lo que tuvieron que pasarlo a una incubadora y empezamos a suplementarlo con biberones utilizando la técnica jeringa-dedo. Y entones empezó un periodo infernal hasta que por fin pudimos llevar una lactancia agradable y placentera (eso ocurrió al cabo de dos meses o quizá tres).

Una vez en casa, empecé a intentar hacer las tomas nocturnas como me habían enseñado: los dos tumbaditos en la cama, pero no lo conseguí, era como si ya hubiese expirado el periodo de prácticas y hubiésemos perdido lo aprendido. Por más que lo intenté no conseguía hallar la manera de dar el pecho en la cama, si él conseguía cogerse yo me encontraba en posiciones tan incómodas que no podía soportarlo, y cuando intentaba colocarme en una postura cómoda (después de ponerme tropecientos almohadones para la espalda) entonces era el peque el que se encontraba incómodo y se revolvía sin parar, así que al final me veía obligada a levantarme y dar la toma en el sofá. Aunque esto mejoró bastante cuando compramos un sillón de lactancia (para nosotros, una compra imprescindible que ya comentaremos en otro post).

Quizás algunas supermamis pensarán que soy muy torpe, que soy primeriza, bla bla bla… es posible, yo me siento muy torpe cuando oigo a otras supermamis hablando de lo fácil y cómodo que es dar el pecho sin tener que levantarse de la cama. Yo lo encontraba muy complicado.

Sin embargo, a partir de que el duendecillo cumpliera cuatro meses, observamos que se había producido un cambio muy grande. Un día, mientras Superpapi preparaba el baño, yo estaba tumbada junto al peque en la cama, esperando para desvestirlo, y él me miró el pecho (yo estaba vestida) y empezó a extender la mano hacia él como queriendo agarrarlo. Entonces pensé ¿en serio? Bueno, vamos  a comprobarlo. Así que me quité la parte de arriba y le acerqué el pecho. Él empezó a succionar como si nada, y yo alucinando. Entonces pensé: pues esta noche, a la cama. No para dormir, pero sí para darle el pecho.
Pero por lo visto ése no era el plan de mi bebé.
A ver, cuando se despertó a las cuatro de la madrugada y nos lo pusimos en la cama entre los dos, ahí sí que se cogió a mamar sin problemas. Pero cuando terminó y fui a cambiarle el pañal, entonces de repente se despertó y el pequeñajo quería fiesta. Conclusión, que tuve que volver a ponérmelo al pecho, pero esta vez arrullándolo. O sea que al final de colecho nada de nada.

Y ya me imagino que habrá supermamis que nos miren mal porque no hacemos colecho que es lo que se lleva ahora y es lo más. Pero igual que nos miran raro cuando digo que llevamos a cabo una lactancia mixta, yo me quedo tan tranquila y pienso: A ver, primero, que no tengo que dar explicaciones a nadie de mis razones, aunque las tenga y de sobra. Y  segundo, que el principal consejo al que hago caso por completo es: “Yo soy su madre y yo decido lo que voy a hacer porque considero que es lo mejor para él. Y punto.”

Sin embargo, con todo esto, voy a analizar los pros y los contras que, en mi opinión, tiene el llevar a cabo colecho con tu hijo.


Ventajas
Inconvenientes

   1. Tienes a tu hijo muy cerquita de tu cuerpo y él a ti del suyo, lo que le ayuda a descansar más relajado.

1.    Lo tienes tan cerquita que no descansas del todo, porque a menudo te despiertas para mirarlo y asegurarte de que está bien. (A mí me da pánico pensar que me quedo KO y lo pueda asfixiar o cualquier otra cosa).

   2. El bebé tiene siempre a mano tu pecho, sólo con despertarse y abrir la boca ya está tomando su lechita calentita.

2.    Para tener tu pecho a mano, tú debes tenerlo accesible, es decir, que o duermes sin ropa, o con el pijama bien abierto, lo que significa que si es invierno pasarás frío.







En este enlace de  Bebés y más podéis leer las principales ventajas del colecho.


Ojo que yo no me posiciono en ninguna de las dos opciones, que considero que el colecho es fantástico tanto para el bebé como para los papás, solo que a nosotros no nos ha funcionado como esperábamos.

¿Cuál es tu opinión sobre este tema? Puedes contarlo en los comentarios.

¡Feliz semana!

miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡Vamos de paseo!

Una amiga me dijo un día: “Las primeras semanas es recomendable que no salgas de casa sola. Puedes encontrarte fatigada, te puedes marear… Yo salí un día a recoger al mayor después de tener a la peque y me desmayé en la puerta del cole.”
Así que al principio, Superpapi, Supermami y el duendecillo íbamos juntos a todas partes.
Pero ¿salir de casa? Ése no era el problema, el auténtico problema era sencillamente SALIR.
En primer lugar teníamos que preparar todo lo que había que llevarse para el pequeñajo. Llevamos una bolsa que bien podría ser una maleta con ruedas. De hecho, cuando estamos paseando por la calle y veo los minibolsitos tan cuquis que llevan otras Supermamis no puedo dejar de mirarlos preguntándome: ¿dónde llevan todas las cosas? ¿De verdad que ahí les cabe TODO?
Nosotros llevamos:
  1. Pañales
  2. Cambiador
  3. Toallitas húmedas
  4. Pañuelos de papel
  5. Un biberón con las tomas correspondientes y el termo con agua (llevamos a cabo lactancia mixta)
  6. Botecitos tamaño muestra de crema y colonia para bebés (vienen muy bien las muestras que te regalan en el hospital, en las canastillas por cortesía de Lets Family y Mi bebé y yo)


  7. Dos o más baberos
  8. Cinco o seis gasas (el peque tira un montón)
  9. Y por supuesto, imprescindible, una bolsa con mudas de ropa para cambiar al renacuajo si se moja mucho. En invierno también llevamos un par de zapatitos de repuesto, por si los pierde... y que no se le enfríen los pies. Aunque a él no le gustan, y como buen gatito que es prefiere ir con los pies libres de ataduras.



Además, después de las primeras salidas, Superpapi y yo hemos aprendido a incluir también una muda para nosotros, porque las regurgitaciones del nene suelen alcanzarnos y bastante. A mí me gusta pensar lo que nos dijo una vez una prima nuestra: “Llevamos medallas de mami.”

De manera que, antes de salir de casa tenemos que preparar el maletón, vestirnos nosotros y vestirlo a él. Y mientras ocurre todo eso, resulta que se ha pasado el tiempo de la toma y al pequeñajo le toca otra vez mamar. Le doy con sumo cuidado para que no se vomite encima y le cambiamos el pañal (otra vez). Normalmente vuelve a vomitar y hay que cambiarle la ropita de nuevo, a veces hemos tenido que cambiarle hasta tres veces antes de salir.

Cuando por fin creemos que ya está todo listo, salimos pitando, rezando para que se duerma en el coche y no se agobie demasiado, ya que parece que la sillita no le apasiona (esto lo explicaré en otro post).

¡A pasear!