¡Hola Superpapis!
¿Cómo estáis?
Seguimos cumpliendo el
confinamiento por estado de alarma, con los pequeñajos encerrados en casa.
Durante esta semana nos ha dado por pensar en la importancia de tener una casa,
un hogar. Ahora mismo, parece que estas cuatro paredes son lo único que nos separa
de ese diminuto bichito que tanto mal está haciendo.
Imagen: Picsart
Montaje: ReneeMB
|
¡Qué importante es nuestra casa!
Y no nos damos cuenta, hasta que ocurre
algo que nos hace echarla de menos.
Cuando convertimos nuestra casa en un
hogar, cada rincón de ésta se instala en nuestros corazones y ya no vuelve a
salir más. Cada pared, cada puerta, cada armario...
Y no hablo sólo de nuestra propia casa...
La casa de mi abuela ha sido siempre un refugio para toda la familia. Para
mi madre y sus hermanos, para todos sus nietos, para nuestros amigos... allí
todo el mundo era bien recibido, incluso una vez di clases particulares en su
salita de estar durante una temporada.
Imagen: Fauxels para Pexels |
Durante varios años vivió con ella uno de sus hijos, divorciado de una manera muy cruel, que acabó enfermando y muriendo. Después de aquello, tardé mucho tiempo (varios meses) en poder volver a pisar esa casa, y sobre todo la habitación donde ocurrió todo.
Ahora que mi abuela ya no está, no me atrevo a cruzar el umbral. No me
atrevo a entrar y no encontrarme con ella, con mi yaya.
En estos días, mientras dura este
confinamiento impuesto por un diminuto virus, nos estamos volviendo conscientes
de cuán valioso es tener un hogar. Uno que te has
construido tú, con tus sacrificios, tus ideas e ilusiones... con tu familia.
No hace mucho, una amiga me contaba que había puesto en alquiler su piso de
Toledo, para venirse a vivir aquí, a Valencia, y tenía que ir un día a recoger
correspondencia que le había llegado allá. El caso es que no podía, porque no
era capaz de ir y llamar al timbre de la que había sido “su casa” durante 10
años como si fuera una extraña.
Yo la comprendí perfectamente, porque a
mí me ocurre lo mismo con la que fue mi casa, de mis padres y mi hermano durante más de
20 años... no puedo pasar por delante de la finca sin que se me ponga el
corazón del revés, es el piso donde crecí, y nunca más voy a poder entrar.
Y lo más curioso de todo es que me veo obligada a pasar por delante con
bastante frecuencia, ya que mis suegros viven justo al final de la misma calle.
Esas casualidades que tiene la vida.
Está claro que aunque tengamos infinidad de recuerdos de nuestra vida
pasada, cada día volvemos a crear más y más, de manera que el corazón no se
vacía nunca.
Ahora toca dejar espacio para los nuevos
recuerdos con el Duendecillo y con la pequeña Hadita.
Imagen: Daria Shevtsova para Pexels |
Entre todos ellos, quedará grabada una
selección de recuerdos de aquella vez que nos quedamos todos en casa durante
más de 30 días por un pequeñito virus que nos podía poner muy malitos...
Y al fondo del todo, en un rinconcito, seguirán aquellos recuerdos en la casa de mi yaya, jugando en el
balcón con los primos, saltando en las camas de mis tíos, o viendo la tele en
el comedor (la "novel·leta", que a ella
tanto le gustaba, Belleza y poder, Santa Bárbara, Los ricos
también lloran...).
Siempre en nuestro corazón, yaya.
Imagen: Cadeau Maestro para Pexels |
¿Cómo estás viviendo este confinamiento?
Puedes compartirlo en los comentarios, nos encantará leerte.
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